Segundo Editorial de prueba

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Historia de la Masonería

HISTORIA DE LA MASONERÍA

Investigadores masones han demostrado con pruebas fehacientes que la sociedad de los francmasones no tenía ningún objeto ni fin político, ni era una orden cualquiera de caballeros, sino que procedía de las corporaciones de oficios de la Edad Media.

La historia de la masonería suele dividirse en tres grandes períodos convencionales:

El primero, en el que la masonería es denominada operativa, que abarca los siglos XIII a XVI, y coincide con la edificación de las grandes catedrales góticas en la que el centro de unión de los colectivos masónicos gravitaba sobre el oficio de la construcción.

El segundo, o de los Masones Aceptados, abarca el siglo XVII y los primeros lustros del siglo XVIII.  Se trata de un tiempo de transición en el que las sociedades masónicas fueron admitiendo miembros honoríficos, llamados “accepted masons”, no dedicados a la construcción.

El tercer y último período comienza en 1717 y llega hasta nuestros días.  En este tiempo se califica la masonería como especulativa porque está compuesta únicamente por miembros “adoptados” de modo que se separa definitivamente del arte de la construcción y persigue exclusivamente una finalidad ética.  Aunque la masonería especulativa conserva la terminología propia de la construcción, su significado es meramente simbólico.

La masonería operativa

Sus precedentes inmediatos habría que situarlos en la edificación de conventos románicos en los siglos XI y XII llevadas a cabo por monjes, primero benedictinos y después cistercienses. El Abad asumía normalmente la responsabilidad de diseñar los planos y de dirigir las obras, aunque muy pronto, al lado de los monjes arquitectos aparecieron los arquitectos laicos.

Se considera que su fundador fue el Abad Guillermo Von Hirschan, conde palatino de Scheuren (1000-1091), quien por primera vez llamó y reunió obreros de todos los oficios para la ampliación y terminación de las obras de la Abadía de Hirschan, en calidad de hermanos laicos.  Aunque los frailes soportaban el peso principal de los trabajos, para la construcción de grades monasterios necesitaron la ayuda de un buen número de obrero y técnicos seglares, y en ocasiones se recurrió a los servicios de especialistas de zonas tan alejadas como Bizancio.

Muy pronto, al lado de los monjes arquitectos aparecieron los arquitectos laicos. La idea del innovador Abad fue imitada, de modo que ya en el siglo XIII habían aparecido varias logias independientes de las abadías y unidas entre sí, formando un cuerpo al que estaban afiliados obreros en piedra de Alemania.  El lugar donde trabajaban y vivían aquellos operarios contratados se denominaba logia. Las logias medievales se rigieron por unos estatutos y reglamentos.  La documentación conservada aporta importantes informaciones sobre la instrucción graduada que recibían los masones operativos, el carácter iniciático y simbólico de su aprendizaje y las obligaciones ético-religiosas que adquirían.

Así, por ejemplo, según los Estatutos de Ratisbona de 1459, los constructores formaban un cuerpo independiente de la masa de los obreros, distinguiéndose entre ellos palabras de contraseña y toques. A esto llamaban la consigna verbal, el saludo, la contraseña manual.

Los aprendices, compañeros y maestros eran recibidos en ceremonias particulares y secretas. El aprendiz elevado al grado de compañero prestaba juramento de no divulgar jamás de palabra o por escrito las palabras secretas del saludo (art. 55). En este y otros textos antiguos se explica que todo masón medieval cubría un período de formación que abarcaba tres etapas: las de aprendiz, compañero y maestro.  El aprendiz trabajaba bajo la dirección de un maestro de 5 a 7 años, tras sopesar sus cualidades, la logia le proponía pasar al grado de compañero. En el caso de ser admitido se procedía a una ceremonia de iniciación y, posteriormente, el nuevo compañero recorría Europa durante dos o tres años para perfeccionar su arte, pero siempre debía trabajar en obras controladas por su gremio. No era extraño que el compañero masón, influido por su contacto con otras formas culturales, cambiase sus ideas estrechas y localistas por otras mucho más amplias y cosmopolitas.

En todo caso, la masonería medieval no fue una mera institución técnico-profesional, sino que poseyó también un carácter esencialmente iniciático.  Así para ser recibido compañero el aspirante debía someterse a unas ceremonias rituales de sumo interés.

Estas ceremonias iniciáticas ponían desde el primer momento al nuevo hermano en contacto con el misterio simbólico y ejercían en él un efecto catártico. En las mismas, además de las costumbres tradicionales, se transmitía a los nuevos masones una enseñanza secreta de la arquitectura y una ciencia mística de los números. Como símbolos más cualificados se contaban el compás, la escuadra, el nivel y la regla, que dentro de las logias tenían una significación moral precisa.

En las logias medievales todos los miembros gozaban de iguales derechos, tenían las mismas obligaciones y se consideraban hermanos.  La igualdad de los miembros en el interior de la corporación, el celo empleado en la enseñanza técnica y la vigilancia de los individuos en el progreso moral, fueron los sólidos fundamentos del desarrollo y de la perfección progresiva de la institución fraternal.  En la edificación de una catedral, el tallista de piedra contribuía a la glorificación del Ser Supremo, al ejercicio de la piedad y a la propagación de la doctrina cristiana.

Los masones aceptados

En el siglo XVII las logias abrieron sus puertas a cualificados miembros honoríficos desvinculados del arte de la construcción, y, en consecuencia, experimentaron cambios sustanciales en su composición sociológica. Con estos nuevos cofrades o “accepted masons”, la masonería fue perdiendo paulatinamente su carácter profesional y adquiriendo mayor vocación intelectual y nuevos horizontes espirituales.

Aquellos masones aceptados, algunos de ellos miembros destacados de  instituciones científicas como la Royal Society de Londres, trataron de incorporar al universo mental de las logias los ideales de la tolerancia y universalismo profetizados por las utopías de Bacon, Campanella o Valentín Andrea; Comenio, Newton, Locke, Grotius, etc., e intentaron hacer de la masonería una sociedad imbuida de orden material, de honestidad, de sinceridad y deseosa de mantener la paz social dentro de una máxima libertad.

La masonería especulativa

El 24 de junio de 1717, en la fiesta de San Juan, se reunieron cuatro logias de masones aceptados en Londres, acordando la creación de la Gran Logia de Londres, dirigida por un Gran Maestro.  A partir de entonces únicamente la Gran Logia tendría autoridad para crear nuevas logias, naciendo con este hecho la legitimidad masónica llamada Regularidad. La Gran Logia de Londres encargó la redacción de unas constituciones a dos pastores protestantes: James Anderson y Teófilo Desaguliers. En 1723 apareció la primera edición de las Constituciones de Anderson.

Las Constituciones de Anderson se dividen en las cuatro partes siguientes: 1º Historia de la Masonería, o más propiamente del arte de construir 2º Obligaciones de un francmasón; 3º Reglamentos Generales; y 4º Cantos masónicos con sus músicas.

El hecho de que tales planteamientos correspondan a las primeras décadas del siglo XVIII aumenta su significación.

A modo de síntesis pueden destacarse cuatro puntos:

1º La masonería exige la creencia en Dios, al que denominará genéricamente Gran Arquitecto del Universo, pero es ajena a cualquier profesión religiosa determinada.

2º La masonería proclama la libertad de conciencia, respetando las creencias religiosas individuales.

3º La masonería es una institución fraternal creada para ser centro de unión entre hombres.

Por tanto, la institución masónica debe ser apolítica y debe respetar las ideas políticas de sus miembros en cuanto a ciudadanos.

El Gran Oriente Latinoamericano en el Art. 2º de su constitución establece:

“La institución estima que las concepciones metafísicas son de dominio exclusivo de la conciencia. No impone a sus miembros ninguna convicción religiosa y rechaza toda afirmación dogmática y todo fanatismo.  Ella hace suya la divisa de Libertad, Igualdad y Fraternidad, y en consecuencia combate la explotación del hombre por el hombre, los privilegios y la intolerancia”

Bibliografía:

Museo virtual de historia de la masonería “ De la masonería operativa a la especulativa”

J.G Findel “Historia de la Francmasonería”